Teatro musical para tres actores y cuatro músicos
Libro: Betty Gambartes & Diego Vila
Dirección: Betty Gambartes
Dirección Musical: Diego Vila
Paseo La Plaza / Teatro Apolo
Buenos Aires, ARGENTINA
Estreno 2017
“Y el encanto de la novedad, cayendo poco a poco como un vestido, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión, que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje” (de Madame Bovary de Gustave Flaubert. Capítulo XII)
¿Puede la interpretación musical iluminar, en acto, la interpretación analítica ? ¿Qué lugar ocuparía en esa analogía el concepto de “transposición” ?
La “transposición” tiene por cierto otras acepciones además de la musical : en lógica aristotélica, en biología, en derecho internacional, etc. Nos interesa aquí introducir una posible acepción psicoanalítica.
el deseo asumirÁ el valor de lo prohibido
Un hombre desaparece. Su esposa se desespera y cuenta los días y las horas de su ausencia. Pero no logra dar con su paradero. Pasan los años y las autoridades lo dan por muerto. La mujer se asume como viuda y se enfrenta al desafío de rehacer su vida. No advierte que al hacerlo pone en marcha un deseo ominoso. Ingresa en un cono gris de su vida, porque sin saberlo, se obliga a dar por muerto a quien ni siquiera sabe si lo está, quedando así en complicidad con el gesto mismo de la desaparición.
Si trasponemos clínicamente la ficción teatral, el deseo asumirá efectivamente el valor de lo prohibido. Pero no tanto por la familiaridad entre el marido y el amante, sino por una cuestión estructural relativa al (imposible) duelo por un desaparecido. Que gracias a un libro impecable la obra provoque la risa en el auditorio, nos permite tomar la distancia que hace posible un análisis.
La multiplicación dramática ofrecida por los cuadros musicales y los fragmentos cinematográficos que integran la obra nos ofrece el material para esa rica lectura. Solo luego de esa travesía, Amelia podrá hacer algo con su incomodidad y tal vez retomar una vida más allá de los fantasmas. Internarnos en la travesía de Amelia supone detenernos en la lectura de su posición subjetiva y la lógica que ordena su movimiento.
La configuración del triángulo que plantea la novela de Jorge Amado “Doña Flor y sus dos maridos” coincide con la trama de “Lo prohibido” en la cantidad y características que lo componen : una viuda, una nueva pareja y el espectro del marido muerto. Pero lo que allí se introduce como asunto nodal es la lectura sobre la mujer. En Doña Flor la condición de la existencia del triángulo es el enigma que se formula respecto de aquello que quiere una mujer ; el desenlace de la novela de Amado resuelve la cuestión propiciando una suerte de bigamia moral en la reunión de los “dos maridos”, el sensato Teodoro y el espectro burlón de Vadinho. Sin embargo, la contrapartida de dicha resolución sostiene la idea sobre la insatisfacción femenina y la impotencia masculina para responder a semejante demanda. Si un hombre no puede con eso, será necesario entonces trascender los límites humanos…
Nuestra Amelia en cambio, no apoya su dilema en la insatisfacción ; es en todo caso soñadora del sueño de las heroínas románticas.
Recogiendo los fragmentos de su voz en cada canción, toma la palabra en el debate del deber y lo prohibido ; Amelia descompone la predestinación de Emma Bovary y Doña Flor porque habla desde el plural de los discursos de género. Puede así jugar con los fantasmas pero no necesariamente salir indemne de ello.
El fino guion de Gambartes y Vila permite esta transposición en la que sigue flotando la figura del desaparecido. El lúcido desenlace de la obra, que no adelantaremos aquí, no cierra el círculo sino que agita la trama en un rulo sorprendente.
Alain Badiou en diálogo con Nicholas Troung, nos recuerda que existe una risa que obedece a una complicidad con el orden existente,…que está allí para que nos « hagamos a la idea » de lo que existe. Pero hay una risa que es de un orden diferente, “(…) una risa que devela la verdad oculta, a la vez ridícula y sórdida, que se encuentra detrás de los « valores » que se presentan ante nosotros como indiscutibles. La auténtica comedia no nos divierte ; nos deja en la inquietante alegría de tener que reírnos de la obscenidad de lo real.”