L'Officiel Argentina

ARTE Y CULTURA

Mujeres al poder

Alejandra Radano y Josefina Scaglione, dos “Isabelitas”

Las actrices protagonizan “Happyland” en el Teatro San Martín. L’Officiel habló con ellas sobre el arte, la historia y el feminismo. 21/02/2020


por Irene Amuchastegui

será ley

En 1610 la “condesa sangrienta” Erzsébet Báthory murió en Hungría luego de haber sido emparedada durante cuatro años en el Castillo de Esei, condenada por asesinar a cientos de muchachas para bañarse en su sangre, como parte de un horripilante tratamiento de belleza. ¿Y si en realidad hubiera sido víctima de acusaciones falsas para impedir su ascenso al poder, como postulan ciertas teorías revisionistas? Cuatro siglos más tarde, Alejandra Radano deja caer este gótico enigma en su camarín para dar a entender que cuestiones de mujeres y poder existieron siempre. Y también mujeres poderosas, “como Marie Curie y su hija Irène, dos Premios Nobel”, agrega, aunque el momento histórico que vivimos concentra, en pocos años, cambios que durante largo tiempo parecieron impensables. No escapa de este recorrido que la primera mujer presidente en el mundo fue una argentina: el récord, consignado en el libro Guinness, corresponde irónicamente a un período reciente, oscuro y sumergido en el silencio, y a la figura de María Estela Martínez de Perón, “Isabelita”. La obra Happyland, escrita por Gonzalo Demaría y dirigida por Alfredo Arias en el Teatro San Martín, la pone en el centro de la escena, desdoblada e interpretada por dos actrices y cantantes formidables, Alejandra Radano y Josefina Scaglione: dos “Isabelitas” para una sátira feroz y reveladora.

Josefinísima TE ADORO PÁJARA!!!

Radano celebra la armonía y la integración que logró el equipo. “Lo que se transparenta es el trabajo del grupo como una unidad real, eso está o no está, no lo podés inventar”. Y dice sobre la puesta: “Todo está contado desde un lugar honesto, moral. Hablo de la escenografía, del vestuario, como una manera de exorcizar todo por medio de la belleza. Hablo de un orden en la forma de contar, como si eso pudiera drenar la angustia de lo que se cuenta. Siempre me pregunto: ¿el teatro puede cumplir esa función? ¿Se produce esa catarsis? El pasado ya pasó y no existe, pero deja traza y nosotros avanzamos con eso”. La traza de Happyland es también su cabeza rapada a cero. “No me lo pregunté demasiado antes de hacerlo. Hay algo de la sensación de despojo de las cosas… Cuando tenés la posibilidad de un personaje que te propone esto, ¿cómo desaprovecharlo?”. ¿No te molestó el cambio?

Raparse es fácil, lo difícil es actuar.

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