Alejandra Radano

las12

VIERNES, 30 DE AGOSTO DE 2002

Curiosa alquimia se da en Alejandra Radano, actriz y cantante difícil de clasificar. Su voz tiene un timbre muy particular que ella intensifica, adrede, para entonar melodías al estilo de las cancionistas de las décadas del ‘20 y ‘30, bien nasal y con facilidad para los agudos. Por otra parte, su imagen se acerca más a la de un chica de los psicodélicos ‘70, capaz de enfundar su figura en un enterito rosa (mezcla de pijama y catsuit ) y largarse, así, a la calle. Y ése cóctel da buenos resultados en escena.
Con dos obras de teatro en preparación, dirigidas por Alfredo Arias, para estrenar muy pronto en París (donde desde hace una década se presenta cada año en un escenario distinto), y un disco recién editado ( Delirio gaucho , junto a los Primos Gabino) entre otros proyectos inmediatos, Radano sigue sumando nombres a la larga lista de trabajos que hizo tanto en la Argentina como en Francia e Italia. Desde Chicago y Cats hasta La ópera de tres centavos , Canciones degeneradas , Tango Review , La Bella y la Bestia , Drácula y Relaciones tropicales pasando por alguna recordada intervención televisiva, como la que hizo hace unos años en el unitario Culpables , donde interpretaba a una apasionada cocinera.
Ahora, en pleno fervor de los ensayos, Radano se prepara, una vez más, para lucirse en los escenarios parisinos. En septiembre, estrena Hermanas Peralta en el Théâtre de Montparnase, junto a Sandra Guida. Y, con la misma dupla de actrices y director (Arias) y al estilo de las viejas matinés continuadas de barrio harán doble función con Cinelandia .
El cine y la música son el puente entre ambas obras, ¿no es así?
Sí. En Hermanas Peralta hacemos un homenaje a las grandes duetistas de la historia. Así es como está encarada la obra, con un repertorio inspirado en Rocío Durcal, Mistinguett, Josephine Baker, Mina, Patty Pravo, las chilenas Sonia y Myriam y las hermanas Kessler, entre otras. Además, con Alfredo y Sandra nos conocimos haciendo una obra que era un dueto, y desde entonces formamos un equipo. En Cinelandia , Alfredo es un presentador de películas argentinas y nosotros evocamos a las figuras que aparecen en ellas: Carne , de Armando Bó y con Isabel Sarli; La mujer de las camelias , de Ernesto Arancibia; El crimen de Oribe , de Leopoldo Torre Nilsson y Besos brujos , de José Agustín Ferreyra. Es un ejercicio de escarbar en la memoria y rescatar eso que, para Alfredo sobre todo, y para todos nosotros también, fue nuestro gran alimento cultural. Pero no se trata de una parodia ni mucho menos. Es una visión casi quirúrgica de ese mundo.
Hacer estas puestas en París, ¿tiene un desafío en particular?
Bueno, París es París y eso no cambia. Pero a mí, en realidad, lo que más me importa es trabajar con Alfredo Arias. Tiene una sinceridad en su discurso, una claridad, que es lo que me interesan. Y con el tiempo uno se va conociendo más, siento que ahora estoy más ordenada y con más rigor en el trabajo, te diría que casi con aires de regimiento. Pero me sale así y es lo que permite que el trabajo tenga una identidad propia, más allá de que pueda gustar o no. La verdad es que me encantaría hacer estas obras también en Buenos Aires. ¿Qué es lo que más te atrapa de ese mundo sonoro y visual de otra época? Siento una empatía muy fuerte con todo ese material. Es lo que me permite mostrar un paisaje interior, algo que es muy personal y uno lo puede traducir por esa empatía. En realidad, uno elige una forma de expresarse y muestra ese recorte muy particular y específico. Es algo que hacemos todos; lo que cambian son las formas. Por eso yo me identifico más como intérprete que como actriz y cantante. Siento que esos títulos me quedan un poco grandes, y prefiero decir que soy intérprete. Yo pertenezco a una generación psicoanalizada por demás y ese material tiene más que ver con historias internas mías, con volver al pasado y escarbar por ahí.

¿Qué es lo que más te atrapa de ese mundo sonoro y visual de otra época? Siento una empatía muy fuerte con todo ese material. Es lo que me permite mostrar un paisaje interior, algo que es muy personal y uno lo puede traducir por esa empatía. En realidad, uno elige una forma de expresarse y muestra ese recorte muy particular y específico. Es algo que hacemos todos; lo que cambian son las formas. Por eso yo me identifico más como intérprete que como actriz y cantante. Siento que esos títulos me quedan un poco grandes, y prefiero decir que soy intérprete. Yo pertenezco a una generación psicoanalizada por demás y ese material tiene más que ver con historias internas mías, con volver al pasado y escarbar por ahí. En el disco, “Delirio gaucho”, los temas, en su gran mayoría son canciones camperas de las décadas del ‘20 y el ‘30. ¿Cómo surgió la idea de elegir ese repertorio?
Todas las letras que aparecen en el disco tienen una enorme riqueza literaria, además de la música, que me encanta. Esa fue de las grandes motivaciones para quedarme con esas canciones. Junto a Diego Vila, con quien trabajamos hace muchos años, queríamos crear un enjambre de ambientes, con una continuidad en el sonido. Buscamos armarlo como su se tratara el sound track de una película. Aparecieron estos temas del repertorio campero ( Palomita blanca , Y qué más , Andáte con la otra ) y a partir de ahí fue surgiendo lo demás. De hecho, primero armamos la concepción del disco y después montamos el show del mismo nombre que hicimos el año pasado. Las obras de teatro y el disco tiene bastante en común: las primeras décadas del siglo XX, con el auge del cine argentino y el tango, entre otras cosas.
Es una época con la que me identifico, la siento familiar, algo de todo eso se cuela en mí; esas letras, las cantantes de esos años… Incluso mi tono de voz tiene afinidad con el de las cancionistas de entonces. Además, estoy de acuerdo con cada palabra, con cada punto y coma de esas letras. Y pongo mi voz al servicio de eso.Con esas canciones que parecen entonadas desde una máquina del tiempo, Radano estuvo en el Festival de Tango de París y estará, en octubre de este año, en el Festival de Otoño de Madrid. Un mundo de imágenes y sonidos rescatados del pasado con audacia e irreverencia y que dan como resultado un cóctel raro. Un cóctel original.