DOMINGO, 7 DE ABRIL DE 2013
PERSONAJES > ALEJANDRA RADANO Y SU EXQUISITO HOMENAJE AL VARIETÉ RIOPLATENSE
Por Paula Vazquez Prieto
La locura ha sido desde siempre el signo de los genios incomprendidos. Gestos inconvenientes, palabras inapropiadas, acciones imprevistas. Esa marca que llevan en la piel quienes nunca pasan inadvertidos se desvanece como espuma matinal cuando sus delirios histriónicos se transforman en arte sobre el escenario. En ese extraño recoveco donde todo lo distinto se permite, el repentino vendaval de excentricidades asume un propósito: mostrar a un auditorio expectante que bajo esa aparente imprevisibilidad está el control. Un control precario, tal vez, exiguo en su presentación, pero manifiesto en un ideario tan ardiente como definido. “Quise ser cantante de ópera, pero mi naturaleza imprecisa hizo que me arrojase furiosa a los jardines llenos de malezas: el teatro musical.” Así se presenta Alejandra Radano cuando habla de sí misma, cuando construye de una vez y para siempre esa esencia sorprendente que la define.
Desde el minuto inicial de Delirio gaucho. Canciones del interior, Radano nos deslumbra con su figura invencible: en poco más de una hora, acompañada por el trío de guitarras de Los Primos Gabino y bajo la dirección de Fabián Luca (Danza maligna, Tango reviú), recorre un atípico repertorio de canciones irreverentes, algunas curiosas, otras desopilantes, marcadas todas por un mismo espíritu: la celebración de lo incorrecto, lo absurdo, lo inadecuado. El signo evidente de su talento consiste en un exquisito dominio del minúsculo escenario de la librería Clásica y Moderna, donde se mueve con gracia, con seguridad, donde eleva su voz con frescura y cambia de tono con mohínes sutiles, mientras sobrevuelan las risas y las humoradas. Se hace cómplice de sus espectadores y amiga de sus invitados –entre quienes se destaca Elena Roger y su apología del palomicidio–, mientras afirma su presencia inocultable, con ese pelo cortísimo y llamativo, de un rojizo anaranjado que encandila, con esos ojos gigantes y expresivos, con sus pausas, sus silencios, sus arranques de furioso deleite.
El talento eléctrico de Alejandra Radano saca chispas allí donde aparece, desde sus célebres musicales estilo Broadway como Chicago –en su primera puesta en 2001– o Cabaret (2007), hasta la genial Canciones degeneradas (también con Fabián Luca), donde entonaba un cancionero marginal, despreciado por sus raíces étnicas, que incluía desde el jazz atonal hasta las más oscuras melodías de compositores judíos olvidados. Su itinerario fue ecléctico: desde sus inicios en la compañía Cibrián-Campoy allá en los ’90 y sus furtivas incursiones televisivas en la factoría Pol-ka, hasta su exitosa travesía por los recodos parisinos con el espectáculo de Alfredo Arias, Concha Bonita, que contaba la historia de un transexual solo en París, rodeado de los fantasmas de su pasado exitoso en el music hall, ideado como un homenaje a la triste decadencia de Norma Desmond en la trágica Sunset Boulevard.
El aparente desborde de su gestualidad esconde arteramente el más exquisito control de sus habilidades, su voz gruesa y armoniosa, sus movimientos repentinos, su consciente dominio de la escena. Su regreso a Delirio gaucho –que ya había presentado el año pasado en el Centro Cultural de la Cooperación– supone una vuelta a las raíces del transgénero: el escándalo de la fusión de lo trágico con lo divertido, de lo fantástico con lo chauvinista, de lo íntimo con lo extranjero. Un camino sinuoso por el varieté rioplatense, donde renace Verdaguer en sus chistes de salón –sin una pizca de impostura–, donde las reversiones de Ginamaría Hidalgo y Alady –figura clave del music hall español– se hacen sorpresivas e hilarantes, y donde la inolvidable “Neurastenia fatal” se hace el alma del delirio. Ese despertar de ritmos perdidos en algún viejo teatro del siglo pasado, en algún bodegón de mala muerte, cobra fuerza como la alucinación trasnochada y surrealista de una loca pintarrajeada que nunca tiene miedo al desafío ni al ridículo.
Todos los viernes de abril (5, 12, 19 y 26) Alejandra Radano presenta Delirio gaucho (canciones del interior), dirigida por Fabián Luca y acompañada por las guitarras de Los Primos Gabino. Cada viernes habrá un invitado.